El otro lado de La Matrix (por Cristian Nobile)


Crónica Urbana

“Una encomienda inaplazable de crónica
y reportaje: dar voz a los sectores tradicionalmente
proscritos y silenciados, las minorías y mayorías de
toda índole que no encuentran cabida o
representatividad en los medios masivos”.
Carlos Monsiváis

     ENTER  
     El tiempo está quieto desde hace algunas horas, se encuentra cómodo en un frío matinal que arruga aún más esos cuerpos que esperan impacientes. El tiempo es engañoso, nunca se detiene, aunque hay veces que la perseverancia humana permite conversar con él y discutir una última oportunidad. Es por esa insistencia que es admirable verlos ahí, una vez más, fieles a sus hábitos. Aunque existe una realidad, esa que cuenta que es inevitable poder esquivar algunos sucesos, aquellos que traen los devenires de la vida, algunos inmediatos, otros lejanos y con un alto grado de incertidumbre. Llega un momento en dónde emerge en muchos seres humanos una especie de plegaria colmada de agradecimientos por haber llegado a una edad inesperada. En muchos de estos rostros se denotan sonrisas que devuelven ese agradecimiento, pero también algunas portan una serie de cuestionamientos, de dudas, de preguntas abiertas, justo en ese camino, el de la vejez, donde una respuesta debe tener una solución inmediata. Así de veloz, como cuando presionamos enter y pasamos a la siguiente página, esa página que hoy no habla de ellos.

PAPELERA DE RECICLAJE  
     En otoño, en invierno, en primavera, en verano… a fin de mes, a mediados o a comienzos, ellos están ahí, firmes, esperando a que el reloj dé las 10.00 AM para poder ingresar y cobrar sus haberes.
     Finalmente, el tiempo dejó de jugar a eso de hacerse el quieto y empezó a correr nuevamente, justo cuando abrieron las puertas de la sucursal del Banco Supervielle Centro Banex- de Jubilados y Pensionados ubicada en Morón, Provincia de Buenos Aires, donde varios adultos mayores siguen con esa costumbre de ir a cobrar sus jubilaciones en forma personalizada. “Abuelo, pase y pregúntele a las chicas como debe hacer para averiguar su saldo en el cajero y ver si ya le depositaron su jubilación, recuerde que esta consulta ya no la puede hacer más por ventanilla” expresa un empleado de seguridad del banco que trabaja en el sitio hace más de diez años. Apenas se abren las puertas es cotidiano escuchar esta indicación y no una sola vez, sino ciento de veces como si fuese un grabador que repite ese speech en forma constante. Mientras tanto, muchos adultos mayores siguen afuera esperando a ingresar.
      “Las filas, hoy no dan vuelta la manzana como hace años atrás, ya que a mediados del año 2009 el proceso de la atención al público en bancos y en otros servicios migraron sus transacciones hacía cajeros automáticos y otros medios electrónicos. Eso no me favoreció ya que perdí varios clientes” le cuenta el diariero a un señor que está en la fila sentado en una de esas sillas playeras plegables junto con su equipo de mate, unos bizcochos y una manta, esperando a ingresar, justo a mitad de cuadra dónde se encuentra el establecimiento. De repente la fila pierde su línea recta cuando brota la voz de una señora de aproximadamente unos ochenta años, un tanto enojada, que estaba muy atenta a los dichos del comerciante: “Sabe lo que pasa, acá nos tienen esperando como ganado y se aprovechan de que somos viejos y no sabemos usar esas maquinitas, se quieren quedar más tiempo con nuestra plata. Es un verso eso de que se puede cobrar solo por cajero”.

     Verlos ahí, en plena batalla, fue como hallar la imagen viva y tangible de ese proceso de industrialización que cumple su rol alimentando a ese sistema que expulsa a estos adultos mayores hacía una papelera de reciclaje voraz, como si fuera un purgatorio virtual. También nos encontramos con los servicios generales y otros trámites cotidianos, donde toda gestión pasa por la Web y muchas personas quedan fuera de circuito. Motivo por el cual muchas de las personas encontradas en este sitio deben enfrentar a diario esos hechos que no tienen respuesta, ya que a nivel macro, las empresas de servicios unifican sus operaciones y obligan a que los procesos de emisión de una facturación funcionen para todos los clientes por igual, tratando de sostener este cambio con el típico leitmotiv ese que dice: “ahorrar papel es contribuir al cuidado del medio ambiente”.

     “Desde comienzos del año 2017 que vengo todos los meses a pagar la factura de la prepaga, menos mal que me la cobran con el número de socio y no hace falta tener la factura. Ya hace más de un año que no la mandan, diga que mi hijo la recibe por la Internet esa y me la imprime, de esa forma sé lo que hay que pagar sino sería imposible saberlo” un señor cuenta su dilema cerca de la línea de cajas, con un tono de superación como resignado. Mientras, de fondo se siguen sumando más voces de experiencias nefastas que se pierden entre murmullos gerontes.   
     Los cuerpos cansados y fatigados dentro y fuera del establecimiento aún insisten y esperan que estos nuevos procesos se detengan. Frente a este nuevo sistema, los adultos mayores se encuentran con esta transformación amenazadora que implica tener que actualizarse en forma constante y entregarse, por arrastre y obligación, a un devenir tecnológico que los va dejando en el camino y los excluye. ¿Quiénes tienen la oportunidad de formar parte? ¿Quiénes quedan afuera? ¿Existe algún motivo? ¿Les dan la posibilidad de elegir una alternativa? Muchas son las preguntas, pocas las respuestas. El tiempo sigue corriendo, la espera continúa y los adultos mayores se encuentran frente a una realidad que los limita y los demora.

     BACK-UP   
     Mientras la gente espera a ser atendida en el interior del banco, en cinco pantallas de esos nuevos televisores “Smart TV” de cincuenta pulgadas, una propuesta audiovisual con un sonido elevado comparte experiencias de otros adultos mayores que ya forman parte del sistema y no hacen más esas filas costosas para ir a cobrar sus haberes. Un back-up de información, con expresiones de satisfacción, un ambiente soñado y vidas felices dan a entender como que del otro lado de esas pantallas estas personas viven en otro mundo, otro país. No comparten la realidad que los cientos de jubilados y jubiladas están atravesando en el sitio. Una de las voces televisivas comparte su experiencia: “Aprendí a dominar Internet cuando mi hija con mis nietas se fueron a vivir a España luego de la crisis de 2001; pude aprender gracias a mi hijo que vive conmigo. Hoy sigo hablando con ella por Skype, de esa forma no la extraño tanto. También domino otras redes sociales y realizo todos mis trámites desde la Web”. Durante ese ínterin mientras las pantallas cumplen un rol lúdico, se aproxima el mediodía, y dentro de la entidad bancaria las sillas no alcanzan y la paciencia se acaba.

     ACTUALIZACIÓN DE SOFTWARE
     Comenzó a hacer calor y muchos abanicos comenzaron a asomarse. Hay caras largas y bostezos incesantes, cuando de repente una empleada se acerca a un grupo de adultas mayores y les empieza a realizar una encuesta de satisfacción sobre la atención dentro del centro. Entretanto, las pantallas, insisten con eso de convencer a quienes están aquí de que se entreguen a este nuevo sistema que les va a resolver todos sus problemas, esta vez tiene la voz el gerente general del Banco Supervielle. “Lo que menos se nos pasó por la mente, a nosotros, los adultos y menos a los nativos digitales, fue eso de pensar que la tercera edad en la actualidad iba a tener esta posibilidad de inclusión y de inserción en un período donde el dominio de estas herramientas permite que este rango etario pertenezca a la sociedad activa y esté vigente dentro del sistema de acceso que hoy permite que se puedan desenvolver en un mundo dónde todo tiene contraseña y permite ahorrar tiempo en tan solo un click”.

     Según una encuesta realizada en el marco de una investigación sobre adultos mayores que utilicen las nuevas tecnologías para comunicarse, a la fecha existe una parte de la población argentina, más del 60%, la que forma parte de los olvidados; aquellos que no tienen acceso por diversos factores, y deben sortear junto con sus habilidades cómo enterarse del pago de sus servicios, cómo cobrar sus haberes, cómo comunicarse con sus familiares y amigos. La comunicación actual cada vez se torna más distante y dispone de muros donde el vivo y el directo no se dan en un tiempo presente, sino desde una pantalla que divide un mundo y otro dependiendo de una conexión eficaz.

     REINICIAR EL SISTEMA
     El tiempo sigue avanzando. El mediodía cede el protagonismo a la tarde que pronto se acerca y en el espacio aún queda público por atender. Finalmente, cuando las puertas cierren, los adultos mayores, afuera, tendrán que seguir enfrentando a ese reloj que devora vidas y al mismo instante, aunque sea desde alguna manifestación utópica, encontrar un aliento que les permita seguir adelante. Algunos tal vez partan de este mundo sin una solución a este devenir que los está dejando fuera del sistema, del otro lado de La Matrix. Posiblemente otros tengan la oportunidad de navegar en este mundo del “click”, todo depende de quién se apiade de ellos.

Al fin y al cabo, en este proceso, todos los días es una eterna espera. Es reiniciar el sistema, una y otra vez, es volver a hacer la fila para que se enteren que ellos todavía están ahí. Es luchar por aquellos hábitos a los cuales nuestros adultos mayores están acostumbrados, no desde hoy, desde siempre.




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