¿Teóricos?
Nunca pensé que podría sentir en carne propia el descenso de innumerables
afectos atascados en mi cuello. Quizás la culpa la tengan los inventores de sueños o aquellos que simulan el proyecto utópico de la felicidad. Son ellos los que sugieren compendiar bajo algún concepto aquello que la materialidad anhela. Esta situación no hace otra cosa que producir cierto desprendimiento del propio ser espiritual, cuyo común denominador está dado
por una única e irrefutable sensación: Un fuerte dolor en la puerta de los oídos y el sabor amargo de la bilis en la boca del estómago. El cuerpo habla.
Sólo los más cuerdos, posicionados desde sistemas ideales, logran entender cuál es el verdadero origen de ese estado . Los otros, los locos obsesionados con la materia, creen que se "la saben" y por lo tanto andan errantes en un torbellino carente de sapiencia y colmado de automaticidades entre
vuelta y vuelta. Los años los caminan por delante y alargan banalidades por
detrás, dejando una estela de momentos comprados en una vidriera de un shopping o en una franquicia editorial.
Quizás la culpa
la tengan los inventores de sueños, o quizás la tengamos nosotros, los teóricos que, intentando develar razones y echar luces a las oscuridades del sistema megalómano, no hacemos otra cosa más que concebir el sueño americano desde la misma crítica al sueño americano. ¿Somos acaso nosotros, los teóricos, quienes en los más impenetrables despeñaderos de nuestra conciencia, deseamos convertirnos en artífices de una companía de teléfonos o magnates empresarios, dandys del capitalismo? .
Quizás la culpa
la tengan los inventores de sueños, o quizás nosotros realmente deseemos
acometer el fraude a partir de la proclamación del mismo. Quizás seamos los teóricos quienes en la acción de la crítica reflexiva, reconstruimos el concepto que tanto detractamos. Tal vez creemos que producimos cierto acto negatriz de la propia existencia frente a las acciones automáticas de la insistencia capitalista. Sin embargo, caemos en la trampa de producir actos, en lugar de, efectivamente actuarlos.
Pues bien, teóricos, no nos dejemos caer en las mismas redes de aquello que reprobamos. No anhelemos palabras elegantes en una tesis de doctorado, o reflexionemos repetidas veces en torno a una única idea, no nos vistamos con ropas sobrias porque así lo dicta el imaginario del supuesto letrado, pues ésto no es otra cosa que el mismísimo sueño americano enmascarado.
Digo que no hay nada como escapar unos minutos del propio quehacer y renacer singularidades. Esta situación simularía tal vez un breve retorno al propio nacimiento, cierta muerte de la teoría, la existencia en la materialidad verdadera: El ser genuino carente de juicios previos o de conteptos reelaborados calculadamente.
Pues bien teóricos, no nos dejemos engañar. Practiquemos aquello que no formulamos y dejémonos aprehender por los domingos de sol. Éste pues, repito, es el retorno al propio y verdadero nacimiento. El propio y verdadero ser. De esta manera se ES.
Dedicado a mi amigo práctico e ideólogo, Pablo R.


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