“La Patria en caja de Pandora” por Ursula Marina


Es sábado, día del niño. La militancia arde en la sangre, brota por los poros y el sol emerge grandilocuente en medio de la pantalla azul gigante. No hay bosquejos de nubes y una calidez perfuma el aire del barrio obrero. Ya se oyen las voces de los pibes que corren y dibujan en sus caras una sonrisa de oro. En vasos de colores, los compañeros militantes de psico sirven chocolatada y en unos platitos, galletitas. Un par de sorbos, algunas galletitas mordidas por la mitad y un pato ñato que arrancó la excitación de varios pibes por dar vueltas alrededor de una ronda de patos. Llegan las tan esperadas cajas, una apilada sobre la otra. Los compañeros las abren y sacan del interior juguetes para todos y todas. Es que la militancia es juego, compromiso, color y azúcar en la sangre. Juguetes que brotan y saltan a las manos chiquitas de los pibes y canción de caramelos en el viento. Un almuerzo de panchos y empieza la kermesse. Y por donde quiera que se mire, hay vecinos sonriendo y con el corazón a galope.  El ritmo dem bow del reggaeton y algunos alfajores fueron el empujoncito para el sorteo de bicicletas y quién diría que aquellos tres caraduras que corren por la tierra y rechazan las cuentas y narraciones, se las ganarían. Al ratito nomás llegó una maquilladora artística y una torta de crema y chocolate gigante para Matías, uno de los pibes del obrero. Hubo algodones de azúcar para todos y todas. Cerca de 200 familias cantaron, bailaron, jugaron un “fulcito”, saborearon la militancia psico nacional y popular, porque después de todo la militancia es para y por el otro, un regalo de patria en caja de Pandora. Los pibes sonríen y los militantes también. Una vez más, la misión se ha cumplido. La patria insertándose debajo de la piel, la patria en el otro.

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